Agradecer

AGRADECER CADA MOMENTO

AGRADECER CADA MOMENTO

 

Vivimos demasiado ocupados para recapacitar sobre la importancia que tiene todo lo que nos rodea, incluido aquello que a nuestro entendimiento es insignificante, y por consiguiente tampoco estamos preparados para dar gracias por ello. Nuestra atención suele estar orientada hacia lo que los demás poseen, como también a crear quejas sobre lo que forma parte de nuestra vida pero con lo que no estamos satisfechos, sin embargo, deberíamos ser conscientes de que la vida está llena de valores a los que no damos importancia, pues algo tan «insignificante» como ir a dormir, ya es toda una aventura, ya que cada noche al acostarnos  es una despedida, y cada despertar una nueva oportunidad para aprender a ser mejores. Es una realidad que caminamos perdidos en la actividad externa, y por supuesto absortos en nuestros pensamientos, por lo que desde ese estado de ser, no es posible darse cuenta de las riquezas que en verdad poseemos, las cuales deberíamos agradecer.

 

La mente no descansa, pues los pensamientos se enlazan unos con otros sin dar opción al espacio «cero», pero aún más, cuando dormimos, van saltando entre sueño y sueño hasta que despertamos a la mañana siguiente de nuevo. Casi inmediatamente después de abrir los ojos, la actividad vuelve a ser nuestro medio de vida, y no solo lo haremos mentalmente, al pensar en todo lo que tenemos que organizar, realizar o solucionar, sino que contaremos con la ayuda de utensilios, como el móvil, el cual ha llegado a ser la mayor distracción que existe hoy día. Así, no puede quedar espacio para sentirnos a través del cuerpo, de los sentimientos y de las emociones, ni tampoco para observar y agradecer todo lo que sí tenemos.

 

La mente, aunque maravillosa y necesaria para planear, organizar, etc. no debe ser la que domine nuestra vida, pues sus pensamientos son la razón y los creadores del miedo, de la inseguridad y del sufrimiento. Un día, el ego (mente) depósito sobre nuestro rostro un velo, a través del cual no podemos tener una visión clara del mundo ni de todo lo que nos rodea, y por esta confusión, caímos en la trampa de experimentar todo a través de la queja, y no del amor, el cual es parte natural de nuestro verdadero yo, inteligente, humilde, completo y agradecido, pues entiende todo lo que conlleva la creación.

 

La sabiduría y la liberación empiezan en el momento en el que somos conscientes de nuestros propios pensamientos, así, somos nosotros los que debemos aprender a utilizar la mente, sabiendo que no somos ella, sino que tan solo es una herramienta maravillosa que forma parte de nuestro ser, a través de la cual podemos conectar con nuestra parte más profunda, aquella que nos llena de confianza y serenidad, y por la que podemos vivir totalmente conscientes del «aquí y ahora». Se puede empezar por agradecer cada momento que la vida nos está ofreciendo, y aunque al principio nos sintamos raros, ya que no estamos acostumbrados, con la práctica llegaremos a ser verdaderos maestros, entendiendo la importancia de hacerlo y la respuesta de la vida frente a ello.

 

 

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