El miedo de la sociedad

La pandemia del miedo

Nadie puede discutir que son tiempos difíciles, pues la aparición del Covid ha puesto patas arriba al mundo entero, no solo a nivel de salud física, sino psicológica y emocional, pues el miedo y las emociones negativas que este ha generado, se han apoderado de la sociedad.

Por todos es sabido que existen dos tipos de temor: el mental y el real, este último siempre motivado por una amenaza que tiene lugar en el ahora, como podría ser el hecho de estar acorralados por un león hambriento, cuyos ojos dejen ver claramente que somos su mejor opción para el almuerzo. Sin embargo, el miedo que habitualmente nos acompaña y que tanto sufrimiento crea en el mundo tan solo es el del ego-mente; miedo a la escasez, a la soledad, a ver nuestra imagen perjudicada, a la muerte o a la enfermedad. Muchos de estos son la causa del malestar actual, pues están siendo más letales que el propio virus, ya que atacan directamente al corazón de la sociedad.

El mayor de los problemas no es el Covid, sino todo lo que conlleva. Estamos rodeados por medios de comunicación que únicamente transmiten información negativa, la cual genera temor y dolor a la ciudadanía, y por lo tanto, confusión y confrontación entre las personas. Debemos ser conscientes de que cuando tenemos miedo, el cuestionamiento queda anulado y en su lugar, toma posesión la aceptación de circunstancias impuestas que en el fondo no queremos.

La vacuna está creando mucha controversia entre los que están a favor y los que no, provocando incluso enfrentamientos entre amigos, padres, hijos y hermanos, pero no olvidemos que aunque la medicina ha salvado vidas, también es el mayor negocio que existe en el mundo, pues sobrevive precisamente del temor de las personas. A pesar de la dificultad que estamos viviendo, debemos despertar al hecho de que una sociedad temerosa y confrontada, es una sociedad dividida, y por lo tanto, debilitada, vulnerable y manejable a todos los niveles. Mientras nos debatimos entre una noticia negra y otra peor, entre los vacunados y los que no, entre las variantes de Covid que confunden hasta al científico más preparado, nos suben las comisiones bancarias, la luz, el gas, el agua, la alimentación y demás necesidades básicas alarmantemente.

Y volviendo al tema de las vacunas, que cada uno saque su propia conclusión, pero desde un estado de empatía y comprensión  respecto de los que deciden una u otra opción, pues todos creen que hacen lo mejor en una situación que causa cuanto menos confusión. Sin embargo, muchos son los que han caído en la incomprensión, en la no aceptación, en la falta de respeto, en el juicio y hasta en la sentencia contra todos aquellos que no actúan como ellos esperan. Grupos de whatsapp, telegram, twitter o facebook hechos a medida de un pensamiento común. Vecinos, familiares o grupos de amigos intolerantes que dejan de lado o critican a quién no comparte su opinión sobre una cuestión que nadie, y digo nadie, ha podido sacar una conclusión coherente y mantener protegida a la población. No obstante, no somos conscientes de que en todos estos grupos donde diariamente se comenta lo mal que va todo y donde se critica la opinión opuesta, lo que en realidad se está generando es un sinfín de emociones negativas que oscurecen aún más la situación.

 

«El miedo nunca es una opción.

El control nunca es el camino.

El juicio nunca es sabiduría.

La confrontación nunca es la solución»

 

No son tiempos claros, el sufrimiento es evidente y el pánico en el que ha entrado la sociedad es un hecho del que todos somos testigos, y aunque no podemos arreglar el mundo desde nuestro modesto lugar, sí podemos convertir la oscuridad en claridad. A través de la luz que cada cual posee en su interior se genera lucidez, confianza, serenidad y comprensión, beneficiando no solo a nuestro ser, sino todo alrededor. Para que se pueda encender, debemos evitar toda noticia que ensombrezca el corazón y mantener la atención en aquello que suba nuestra vibración; sentimientos, emociones y pensamientos positivos, trabajar más la empatía y el respeto, siempre con humildad, pues no olvidemos que todos navegamos en el mismo mar.

Rosana Navarro.

 

 

 

 

 

 

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