APRENDIENDO DE LA SOLEDAD
La soledad, en la mayoría de los casos, es una experiencia no deseada, así, cuando viene a visitarnos, nos crea angustia y tristeza porque hay una realidad indiscutible, como seres humanos, necesitamos el contacto con los demás.

Habitualmente, cuando nos sentimos solos sin haberlo elegido libremente, quizás después de una ruptura sentimental, por la marcha de los hijos, cuando no tenemos pareja o debido a la pérdida de un ser querido, intentamos evitar el malestar que nos produce, dedicando más horas a trabajar, a estar con amigos y amigas, al móvil, un libro, una película o cualquier actividad que nos ayude a evadirnos del dolor.
La soledad no es una circunstancia que esté relacionada con la actividad externa, sino que es un estado de ser, es decir, es la desconexión de nuestro yo más profundo, y podemos llegar a sentirla incluso estando rodeados de otras personas.

Mi experiencia con la soledad
Yo no toleraba la soledad en el pasado, una parte de mí trataba de evitarla corriendo de un lado para otro, salidas y actividades que me mantenían ocupada físicamente, también pensamientos, situaciones imaginarias que utilizaba para alejarme del momento.
Pero el universo tenía otros planes para mí, y aunque era una experta evadiéndome, él se las arregló para crear las circunstancias adecuadas, cerrando las vías de escape y manteniéndome atrapada en un mismo lugar, en una situación que yo no deseaba.
Fue en el verano del 2012, sin trabajo ni dinero, que pasé los meses de verano más duros hasta el momento, sola en una ciudad que en verano se queda sin gente.
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Al principio lo pasé mal, sentí mucha impotencia y tristeza. Necesitaba tener una vida social normal, quería gritar, escapar, pero me fue imposible debido a las circunstancias que me rodeaban.
No podía cambiar el momento, tampoco alejarme de él, así que finalmente solo tuve una opción, aceptar la soledad y aprender de ella.
La forma de frenar el malestar que esta me producía fue entrar totalmente en el aquí y ahora. Escuchaba detenidamente el piar de los pájaros, el sonido de las hojas de los arboles tocados por el viento, los gritos de los niños a lo lejos mientras jugaban. Al hacerlo mis pensamientos se tranquilizaban y yo entraba en una quietud interior con la que poco a poco fui encontrando la paz.
La soledad me enseñó a disfrutar del momento presente, a conocer el verdadero silencio, a controlar mis pensamientos y a conectarme con mi parte más profunda, con mi esencia. Paradójicamente, en la soledad fue donde encontré la plenitud, y si yo pude hacerlo, tú también.
La soledad no es fácil
Todo tiene un porqué, todo es una lección, y la soledad aunque no es fácil, en realidad es un regalo que la vida nos ofrece.
Inconscientemente vivimos con miedo a quedarnos con nosotros mismos, a escuchar nuestro corazón, a descubrir verdades que quizás no estamos dispuestos o preparados para afrontar. Pero, la realidad es que no sabemos hacerlo mejor, porque hemos aprendido a vivir con la mirada puesta siempre en el exterior.
Y es que nadie nos enseñó el camino hacia el interior, nadie nos mostró el valor de conectar con nuestra verdadera esencia, nadie nos habló de la riqueza que existe en los momentos de quietud, porque esta sociedad está basada en la actividad frenética.
Sé que no es fácil la soledad, que puede llegar a ser agotadora, dolorosa y que a veces nos da la impresión de enloquecer, pero te digo que no tengas miedo, pues a través de esta puedes encontrar la felicidad.
Debes tener en cuenta que para aprender a disfrutar de ella, sobre todo cuando todavía no estamos habituados, es primordial parar la actividad mental. Las quejas y los juicios son fruto del pensamiento inquieto que se niega a aceptar una situación.
Te dejo 3 claves que personalmente utilicé para llegar a sentirme completa con ella:
- Respira profundamente y entra completamente en el aquí y ahora, aceptando el momento con el corazón.
- Pregúntate: ¿Qué puedo aprender de ella?
- Agradece la oportunidad que la vida te ha regalado para crecer, para recuperarte, para recobrar el aliento, pero sobre todo, agradece la oportunidad de poder reencontrarte con tu yo más profundo.