TODOS TENEMOS UNA HISTORIA QUE CONTAR
Todos tenemos una historia que contar, algunas sin duda de una mayor dificultad, pero la cuestión es si todavía estamos condicionados por ella, o si nos hemos liberado a través de la comprensión y la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene con su propia realidad.
Cada vez que experimentamos una vivencia, y como reacción a esta emergen sentimientos de dolor, rabia o enfado, posiblemente nos está indicando que en nuestro interior, ha quedado latente algún hecho doloroso del pasado no sanado, el cual espera pacientemente el momento apropiado para volver a mostrarse. De este modo, cada vez que revivimos una situación similar, la memoria de cuerpo y mente se activa y nos hace reaccionar de la misma forma sin poderlo evitar, por lo que seremos presa del pasado una y otra vez, mientras aquello que nos dañó no sea curado. Aunque no seamos conscientes de ello, siguen viviendo en nuestro interior todas aquellas situaciones experimentadas en un momento de nuestra vida, quizás en la niñez, en la adolescencia o en la edad de adulto, y las cuales nos marcaron a través del dolor.
El ser humano posee un instinto natural de supervivencia que se pone en funcionamiento cuando no podemos asimilar algún suceso doloroso, y aunque en ese momento nos salve de ser devorados, quedará oculto en un rincón de nuestro ser, esperando el momento de ser activado. Sin embargo, no hay nada que no se pueda mejorar o sanar, para ser libres en nuestro caminar hacia una vida plena, siempre que se haga con sentido común, pues llegar hasta ciertos traumas que perviven en nosotros es complicado, en primer lugar porque no sabemos siquiera que están ahí. En este caso, se necesita la ayuda de un buen profesional que nos guíe y nos lleve hasta ese rincón que no nos permite evolucionar, dándole luz y la posibilidad de sanar.
No es fácil mirar de frente nuestra propia vida, ni tampoco afrontar el dolor, pero sé por experiencia propia que los resultados al hacerlo, son la liberación. Si se trata de experiencias vividas en la infancia, admitirlas con amor y compasión respecto de nosotros mismos será un buen comienzo, pues todos hemos sido almas inocentes, sin armas para luchar frente a la adversidad. Por otra parte, si los episodios que nos atormentan, consciente o inconscientemente, pertenecen a la juventud o edad de adulto en la que nos podíamos defender, el principio de toda sanación será aceptar con humildad la responsabilidad que cada cual tiene con respecto de sus propias elecciones de vida, desde el amor y la comprensión, pues es esto último lo que más fuerza nos proporciona a la hora de superarlo.
Cierto es que podemos pasar la vida lamentándonos por lo que nos ha tocado vivir, adquiriendo un papel de víctima y culpabilizando a los demás, sin hacer nada más, pero también podemos responsabilizarnos de nuestros propios actos, aprender de cada vivencia y tomar decisiones que nos ayuden a avanzar. Somos dueños de nuestra vida, por lo que la elección del camino a seguir es siempre nuestra, así podemos viajar en este trayecto cargando un pasado que nos agotará y nos frenará, o podemos liberar la carga para andar ligeros y hasta volar hacia las maravillosas posibilidades que podremos encontrar.
Debemos comprender que cada experiencia, importante o aparentemente insignificante, dolorosa o gratificante, tan solo es una nueva lección de superación. Por lo que estar abiertos al conocimiento que cada una de ellas nos pueda aportar, como alumnos de esta realidad, permitirá la manifestación de cualidades asombrosas existentes en nuestro interior, como también avanzar hacia la realización de nuestro propio ser.
Jose Antonio Alcaraz
Si, todos tenemos una historia que contar.
rosanana
Buenas tardes Jose Antonio,
Gracias por tu comentario.
Un abrazo